ALERTAN POR UNA ABRUPTA Y SIGNIFICATIVA CAÍDA DE LA ACTIVIDAD INDUSTRIAL

Después de cuatro años con un nivel de actividad estable en la mayoría de las ramas industriales y cerca del récord de 2011, comenzó, en los primeros meses de 2016, una caída significativa.

Según la UIA, la actividad se contrajo un 4,6 por ciento en el primer trimestre, descontando el crecimiento atípico del complejo de oleaginosas, derivado de la devaluación (59,8 por ciento).

Para FIEL, la baja llegó al 2,1 por ciento en el primer cuatrimestre con un alarmante rojo de 6,1 por ciento en abril. La característica más relevante de la etapa poskirchnerista es la generalización de la reducción de la actividad en los distintos rubros de la industria. Hasta el año pasado, el descenso se circunscribía al sector automotriz y a sus proveedores principales, afectados intensamente por la caída de sus exportaciones a Brasil.

También en los últimos meses se destaca el mayor deterioro de la rentabilidad de las pymes. Si bien el costo laboral se redujo como resultado de la devaluación con una recomposición salarial retrasada y que sólo será parcial, la caída del consumo interno y niveles de exportaciones muy bajos y en descenso implican una disminución de la escala de producción. Esa merma provoca una recarga sobre los costos fijos, dado que deben prorratearse en un volumen de producción menor. El abrupto incremento de las tarifas de los servicios públicos y la suba de tasas de interés empeoran el cuadro.

Otro fenómeno reciente que se ha agravado es la redistribución regresiva del excedente industrial y la mayor concentración. La aceleración inflacionaria y la disparada de los costos financieros abren nuevos espacios de negociación donde las grandes empresas abusan de su mayor poder de mercado, estableciendo precios y formas de pago perjudiciales para las Pymes.

El enfriamiento de la economía repercute en mayor medida en los rubros fabriles más dependientes del dinamismo del mercado interno y más sensibles al crecimiento de la importación. En este sentido, el sector emblemático es el textil. La Fundación Pro Tejer ya advirtió que la producción sectorial cayó un 25 por ciento en lo que va de 2016.

La menor actividad industrial no implicó una ola de despidos masivos, como en la construcción, en la administración pública y en el sector automotriz que atraviesa una crisis desde 2014. Las empresas, por el momento, vienen aplicando suspensiones rotativas, eliminación de horas extras, cancelación de turnos y no renuevan los puestos cuando un empleado se va.

La expectativa de un repunte de la actividad como anunció el Gobierno para el segundo semestre del año y el alto costo que implican los despidos en la industria por el largo proceso de capacitación de los operarios son los principales motivos de las firmas para mantener sus dotaciones. Los más optimistas comparten la visión oficial de una pronta recuperación como resultado de la reactivación de la obra pública, la mejora del consumo por los aumentos salariales y la mayor actividad en rubros vinculados al campo.

No obstante, en caso que persista el actual esquema de políticas a favor de la inversión financiera, la industria no podrá seguir resistiendo y deberá reducir su estructura. Si bien el Gobierno recientemente tomó medidas específicas a favor de las Pymes (liquidación trimestral del IVA, pisos más altos de retenciones impositivas, extensión del plazo para liquidar de divisas y ampliación del crédito subsidiado), ninguna es específicamente para el sector manufacturero.

Hasta el momento, como políticas dirigidas exclusivamente a la industria, sólo se puede contabilizar la administración de las importaciones que es menos restrictiva que la de la gestión anterior. El endeudamiento público externo y la menor demanda de divisas de la industria para importar insumos y maquinaria también les brinda mayor margen de maniobra a los funcionarios actuales para abrir más la economía y representa una amenaza para los productores locales.

En el mismo sentido, el interés de la actual gestión por llegar a acuerdos internacionales de apertura de mercados, como el del Mercosur con la Unión Europea, que acentuará el perfil agro-exportador también es un peligro.

El Gobierno fijó reglas de juego que, como en la Convertibilidad, orientan los recursos mucho más a la especulación financiera que al desarrollo productivo. En el actual escenario internacional, el deterioro de la industria puede ser muy rápido y, si no hay medidas concretas que impliquen un cambio de rumbo, el discurso de la herencia y del productivismo no alcanzará para evitar una nueva crisis.

FUENTE Y FOTOS: Mundo Empresarial - Periodismo365

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