LAS FUNDICIONES EN EMERGENCIA TERMINAL POR LA CRISIS INDUSTRIAL

Plantas y talleres fabriles que deberían estar abasteciendo a una industria estratégica como la metalmecánica hoy bajan las persianas, en un proceso que recuerda las peores épocas de Martínez de Hoz y Domingo Cavallo. Al igual que las acerías que están apagando sus hornos, los fundidores están atravesando una crisis similar. La industria fundidora nacional está en peligro de extinción. Las dificultades que atraviesa el sector desde hace tres años se convirtieron con la llegada de Cambiemos en una emergencia terminal. El rubro trabaja al 35 por ciento de su capacidad instalada. El 65 por ciento restante es parálisis de la producción. 

Más del 90  por ciento de las 400 empresas que componen este bloque achicaron sus planteles en el año 2016 o mantienen personal suspendido. Entre despidos, retiros voluntarios y jubilaciones se perdieron en 2016 el 10 por ciento de los puestos de trabajo, quedando en pie unos 8000 empleos directos.

Industria: se apagan los hornos de las acerías argentinas

La fundición es el primer eslabón de la cadena autopartista, automotriz, de  máquinas y equipos, electrodomésticos de línea blanca, de la minería, la extracción de petróleo, para la ampliación de la red de agua, la producción de material ferroviario y naval.

Todos ellos, que en conjunto emplean a 250 mil personas de manera directa, recurren a los insumos de la fundición como componentes básicos. Son como el cemento para la construcción. Si el sector desaparece, se debilitarán las posibilidades de desarrollo nacional, más allá de que a corto plazo el reemplazo de producción local por bienes importados, esencialmente de China, abarate costos de operación a aquellos aglomerados.

La combinación de una caída violenta de la demanda interna y aumento de la participación de importados está barriendo con las fábricas argentinas. “Tal es la gravedad de la situación que hemos pedido audiencias urgentes al jefe de Gabinete y al ministro de la Producción para ponerlos en conocimiento del estado de emergencia que atravesamos. Nos quedan seis meses. Si no se ponen cupos a la importación y se reactiva el consumo, la gran mayoría de las empresas van a tener que cerrar”, alerta el gerente general de la Cámara de Industriales Fundidores de la República Argentina (Cifra), Guillermo Susini.


La entidad forma parte de Adimra, la asociación de fabricantes metalúrgicos que tiene a la UOM como su contraparte sindical. Cuando esos industriales escuchan al Gobierno ponderar que supuestamente salvó a la Argentina de una crisis como la de 2001 advierten que para ellos eso es justamente lo que está pasando. “Vamos camino al 2001”, sostienen. “Con una capacidad ociosa que promedia el 65 por ciento y una caída en la actividad en 2016 superior al 50 por ciento interanual, las empresas de la industria de la fundición se encuentran al borde de la desaparición”, insisten.

Susini explica que Cifra ha tenido históricamente un bajo perfil, pero ante la pasividad de las autoridades para atender su situación y en función de experiencias pasadas, como la de los ‘90, cuando el sector se achicó a un tercio de lo que era, decidieron no esperar más para plantear públicamente lo que viene ocurriendo.

Funcionarios como Francisco Cabrera, ministro de Producción, o Martín Etchegoyen, secretario de Industria, se muestran comprensivos frente a los reclamos, pero a la hora de las soluciones no aparece ninguna. Miguel Braun, secretario de Comercio, parece tener más poder que el ministro en esa cartera, y su concepción liberal lo lleva a plantear que las industrias que no sean “competitivas” deberán reconvertirse. Es lo que en tiempos del menemismo se tildaba como industrias inviables y se las condenaba a su desintegración.

“La apertura indiscriminada de las importaciones de China ha puesto al sector en riesgo de desaparecer”, remarca Cifra. La diferencia de precios entre la producción local y la de ese país saca de la cancha a la oferta nacional. “El Gobierno toma medidas como la ley Pyme o la promoción de autopartes para impulsar la inversión. Son incentivos que están bien en un contexto de crecimiento económico, pero en las circunstancias actuales es como llevar penicilina a un cementerio”, describe Susini.


La crisis de los fundidores es la contracara de los problemas que atraviesan las industrias que compran sus insumos. El cierre de la autopartista Paraná Metal, que supo contar con 1.500 trabajadores; el achicamiento de Metalúrgica Tandil; la decisión de General Electric de reemplazar producción nacional de cigüeñas para la industria petrolera en su planta en Comodoro Rivadavia -a través de su subsidiaria, Lufkin-, por bienes importados de sus fábricas en China y Rumania, repercuten de manera directa sobre los fundidores, que antes los abastecían de piezas con tratamientos térmicos, galvanizados, bombas, válvulas y un amplio abanico de componentes.

“La fundición es lo contrario del ensamblaje. Acá partimos de chatarra -porque además somos recicladores-, arena y productos químicos y todo lo que se genera es valor agregado. Es una industria con una utilización intensiva de mano de obra. Pero cuando entra una heladera de China, se quedan sin trabajo los productores de arena, aglutinantes, aglomerantes y chatarreros que nos proveen; nosotros, que armamos la carcasa para el motor, y la productora de línea blanca que integra el producto. Así socavan eslabones enteros de producción fabril”, describe Susini.

El industricidio no es una novedad del gobierno de Cambiemos. Hubo otros en el pasado. Producto de ello, la participación de la industria fundidora se fue achicando cada vez más. Según un informe del INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial), los países desarrollados tienen una relación de piezas fundidas por habitante que se ubica entre 25 y 65 kilos, mientras que aquí era de apenas 1,95 kilo per cápita en 2014 (en Alemania es de 65 kilos; en Japón, de 43; en China, de 34; en Estados Unidos, de 33; en Rusia, de 29, mientras que en la región, Brasil y México producen 13 kilos por habitante). “Los países con una industria fundidora sólida poseen mayores niveles de desarrollo industrial”, concluye el documento del INTI.

“Las pymes que integran este sector están sufriendo una abrupta pérdida de clientes a manos del aluvión de importaciones chinas que ingresan al país en forma indiscriminada con precios con los que ni siquiera una compañía híper competitiva de Estados Unidos, Suecia o Alemania podría competir.

Esta apertura indiscriminada genera apenas un ahorro marginal para las empresas que compran la manufactura china, pero a costa de la destrucción de la industria y el empleo nacional”, agregó Cifra. “Si las empresas de fundición y el complejo de la industria metalmecánica desaparecen, como sucederá en el corto plazo si no hay medidas tendientes a preservarlas, estaremos condenando al país a un nuevo proceso de desindustrialización como el sufrido en la década del noventa”, completó.

La industria de maquinaria agrícola es una de las pocas que sostiene la demanda para los fundidores, aunque aquí también la competencia importada desplaza producción nacional. Otra muestra del desinterés oficial por un sector sensible de la industria nacional es que el Gobierno autorizó a las empresas que licitaron para la generación de energía eólica a importar los generadores, en lugar de impulsar su desarrollo en el país, se quejan en Cifra.

Este rumbo de la política económica explica por qué la economía ha ingresado en un círculo vicioso de caída de la producción, el consumo y el empleo, y por qué las perspectivas para salir de ahí son sombrías cuando se mantiene la misma lógica. La respuesta de moda entre los funcionarios es garantizar que el año que viene habrá crecimiento porque se ajustarán las cuentas públicas. Es decir, el mensaje oficial frente a una economía que se viene a pique es una promesa de  ajuste fiscal. Esa distancia entre la realidad y el diagnóstico de las autoridades multiplica el riesgo de quedar todos fundidos.

FUENTE Y FOTOS: Pagina/12 - Mundo Empresarial

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