MACRI EN SU ACTO DE DESPEDIDA, ANUNCIÓ QUE "ESTO RECIÉN EMPIEZA"

En una Plaza de Mayo poco compacta, el Presidente buscó asustar con un supuesto peligro futuro para la libertad y anunció que “esto recién comienza”. Pero Juntos por el Cambio se despidió más escuálido que antes. No logró repetir su masivo Obelisco previo a la derrota electoral. Macri se despidió en una Plaza de Mayo transitable y poco compacta

En un discurso en el que la palabra "gracias" resonó de más, Mauricio Macri despidió a sus seguidores y también al sillón presidencial. El programa opositor nuevamente quedó limitado a las consignas “republicanas” y el mandatario se cuidó otra vez de no compartir el escenario con ningún otro dirigente con posibilidades.

Nueve minutos. Ese fue lo que insumió el discurso de despedida ante su gente del presidente Mauricio Macri. Y buena parte de esos nueve minutos los gastó con la palabra “Gracias”, en toda la gama de inflexiones posible y con variados destinatarios.

Concentrado en el futuro, sobre todo su futuro como jefe de la oposición, se cuidó otra vez de no compartir el escenario con ningún otro dirigente con posibilidades. Como si buscara crear un espectro, dijo el Presidente que las libertades no son  "negociables". No logró repetir la concentración del Obelisco previa a las elecciones de su derrota y convocó a una multitud que mostró antipatía hacia el peronismo.

Una Plaza de Mayo transitable y poco compacta en su convocatoria, con Hipólito Yrigoyen y Rivadavia despojadas de público, rejas abiertas y caras largas, despidió al Presidente Mauricio Macri. De espaldas a la Casa Rosada y de frente a su gente, el autor de la célebre frase “pobreza cero” tuvo al menos un adiós edulcorado, durante el que intentó mostrarse como el garante de las libertades futuras. A viva voz dijo en su breve discurso que esas libertades no eran “negociables”, habló de “Justicia independiente” y de que sentía “tristeza por no seguir trabajando juntos en esas reformas que nuestro país necesita”.

Lejos estuvo de congregar los cientos de miles que hubiera deseado, pero al menos consiguió que lo acompañaran unos cuantos miles, suficientes como para completar bastante cómodos el perímetro del paseo. Como en la autodenominada marcha del millón en el Obelisco, subió al escenario junto a su esposa, Juliana Awada y su candidato a vice, el ubicuo Miguel Angel Pichetto. Macri terminó en andas, la primera dama derramando lágrimas y el senador con su habitual gesto avinagrado.

Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal tuvieron una aparición fugaz para saludarlo cuando salía de la Casa Rosada para dirigirse a la tarima, junto al monumento a Belgrano, desde donde le hablaría a la multitud.

A su lado, tanto en el balcón a la hora de cantar el himno como en el escenario de la Plaza, solo estuvieron Juliana Awada, su mejor decoración electoral, y Miguel Angel Pichetto, un jubilado de las grandes ligas de la política que hace mucho no puede competir ni en su territorio.

Si hubo un eje discursivo que eligieron los convocados para el 7D fue su odio visceral a la ex presidenta Cristina Kirchner y la antipatía al peronismo en general. Desde el centro hasta el conservadurismo ultramontano, las distintas tonalidades de derechas le dieron a la Plaza de Mayo una composición social y política bastante homogénea. Estaban los partidarios puros de Macri, los radicales algo avergonzados, los jóvenes militantes del PRO que siguen la dialéctica del “Sí se puede”.

Pero especialmente estaban los que detestan al gobierno por venir. Las banderas y las pancartas lo decían todo, pero resultaban más elocuentes sus voces: “No queremos a Cristina, le tenemos un odio total”, dijeron al unísono Josefa y Salvador, de Wilde, un matrimonio que se ubicó de pie junto a la fuente de los descamisados, en el sector enrejado de la Plaza de Mayo.

Al otro lado, frente a la catedral, Norma, una médica bahiense, era la imagen de la desazón. Había llegado desde su ciudad junto al marido y otra pareja para despedir al presidente. “Estamos para defender la democracia, esto es patria”, señaló, mientras comenzaban a sonar los acordes del himno nacional. Antes de alejarse dejó una frase sobre la ciencia: “Yo no creo en esa cantinela del CONICET”.

A unos pasos de la doctora de Bahía Blanca se encontraba la todavía ministra de Desarrollo Social Carolina Stanley. Se sacaba selfies con quien se lo pidiera, aunque lejos del poder de convocatoria que había demostrado un momento antes su par de gabinete Patricia Bullrich. La autora de la doctrina Chocobar llegó por Rivadavia desde el Congreso acompañada por un séquito de mujeres y algún que otro hombre vestidos con una remera blanca que decía: “Patricia sí, falopa no”. Dio notas al paso, sonrió para la ocasión y hasta se la notó sofocada por el afecto que la rodeaba y le hacía flamear su cabellera color caoba recién salida de la peluquería.

Unos pasos después su par bonaerense de Seguridad, Cristian Ritondo, fue detenido por el canal de Comunicación Popular para una entrevista, pero no tuvo ni la mitad de la convocatoria de la ministra estrella del gobierno en retirada. Mucho menos el diputado Eduardo Amadeo, un activo militante del macrismo más explícito que departía a metros del Cabildo con dos señoras.

Si hubo un funcionario que podría hacerle un poco de sombra a Bullrich era el senador  entrerriano Alfredo De Angeli. Lo rodeaban seguidores y cholulos, con los que se sacaba fotos a repetición sobre la Diagonal Norte cuando la plaza no estaba ni por la mitad. A diez metros, Gonzalo, un estudiante de Derecho de la UBA volanteaba para su agrupación universitaria. “Soy del PRO y tenemos presencia en mi Facultad y las de Veterinaria e Ingeniería donde nos convertimos en segunda fuerza. Con Franja Morada nos aliamos en algunas Facultades y en otras no” le contó a este cronista, sorprendido por otro experimentado observador de la calle que no paraba de sacarse selfies a pedido de los movilizados: el periodista de Canal 13 y TN Julio Bazán.

A las 18.05 se escuchó por los potentes altavoces colocados en la esquina de Rivadavia y San Martín un “Buenas tardeeeesss” muy sonoro de Hernán Lombardi, el responsable del Sistema Federal de Medios Públicos que batió récords de despidos en sus cuatro años de gestión. Avisó que Macri llegaría a las 18.30, arengó a cantar la palabra más nombrada en la cívica jornada y del himno nacional (“libertad”) y enfatizó que “el presidente va a salir por la puerta grande”, algo así como que si estuviera predestinado a ser el símbolo más fuerte de la mística cambiemita. Dio la sensación que le auguraba un destino de enciclopedia. “Nos vamos con la frente alta y las manos limpias”, se despidió con entusiasmo el funcionario radical acompañado de Marcos Peña y Fernando de Andreis.

El aroma de los chorizos a la pomarola que humeaban sobre una parrilla alejaba a las señoras más atildadas que mostraban orgullosas sus carteles y pancartas. Varias estaban colocados sobre el enrejado de Cabildo: “Mauricio nos devolviste la dignidad”, “Mauricio van a rogar por tu vuelta”, “Esto recién empieza”, el ya clásico “Hay gato para rato” y los más afectivos “Mauri, gracias por tanto” y “Mauri no nos dejes solos”, se habían improvisado sobre cartulinas blancas, como en un sinfín de mensajes dedicados al presidente.

Cuando la concurrencia ya estaba poco entusiasmada con los sones de bachata, cumbia, cuarteto cordobés y otras músicas plurinacionales que habían rodeado a toda la plaza, empezó a verse la figura de Macri, Pichetto y Awuada por una pantalla gigante que había sido colocada en el centro. Salían para despedirse del público desde la Casa Rosada, como si desfilaran por una pasarela. Era el día de su última plaza. Las palabras de ocasión reverberaron con el tono festivo de las tenidas macristas: “Hasta pronto, porque esto recién comienza. Los amo con locura. Gracias, gracias, gracias, gracias”, dijo el Presidente en tono de despedida y con indisimulable afán de regreso.

El único que consiguió algún grado de protagonismo fuera del trío estelar fue Hernán Lombardi (¿quién puede temer la competencia de Hernán Lombardi?), transpirado y con la camisa afuera, que fue el encargado de anunciar a las 18:00 que el discurso sería a las 19:00. También anticipó que el Presidente cantaría el himno desde el balcón de la Rosada y luego bajaría al nivel de los mortales para dirigirles la palabra. “Cada palabra del himno tiene un mensaje”, filosofó, y se concentró enseguida en una, “Libertad”, que sería retomada después por Macri para insistir en que de ahora en adelante estará amenazada y por suerte están ellos para defenderla.

“Buenas tardes queridos argentinos”, empezó el Presidente y ahí nomás siguió con los infinitos “Gracias”. Una de ellas la dirigió merecidamente a las mujeres que, en general de mediana o larga edad, eran mayoría en la concurrencia. “Cómo se han movilizado las mujeres en estos cuatro años, para defender su familia y su futuro”, resaltó, dejando claro que su saludo excluía a las que estos años se movilizaron para protestar por su presente y pensaban no en el futuro sino en sus derechos.

Enseguida reconoció que sentía una combinación de emociones. “Tristeza por los que están angustiados por lo que se viene” y “alegría porque juntamos tanta gente que quiere cambiar la Argentina para siempre”. A los tristes les ofreció consuelo: “lo que viene será un paso de crecimiento hacia el futuro que todos deseamos”, sin aclarar, ni en ese momento ni después, de qué se trata ese “futuro que todos deseamos”.

Llegó entonces el momento de las confesiones. “Estos años fueron más difíciles de lo que imaginé”, y no quedó claro si era una autocrítica por sus errores de diagnóstico. Pronto sonó más bien como una queja, porque resaltó que siempre estuvo “en minoría y con palos en la rueda”.

Un buen pie para dirigirse directamente al “presidente electo”, lo que desató abucheos en los seguidores, para asegurarle que “va a encontrar una oposición constructiva, pero también firme y severa para defender la democracia y (otra vez, N de la R) las libertades”. “No es negociable nuestra libertad”, gritó sin aclarar si en este punto hablaba literalmente, acostumbrado como está a disponer desde su puesto, con el apoyo de buena parte del poder judicial, de la libertad ajena.

El programa opositor nuevamente quedó limitado a las consignas “republicanas” que unificaban a sus bases movilizadas este sábado a la Plaza de Mayo. “Tenemos que evitar que se roben la Argentina, que la estafen, que la descuiden. Depende de cada uno, de que estemos activos, Somos una alternativa sana de poder (dando por sentado que el nuevo oficialismo es “enfermo”), millones que nunca más se van a resignar”, redondeó hacia el futuro.

“Terminando”, ya llevaba largos siete minutos, dedicó otro de sus “Gracias” a los jóvenes, justamente los que no eran tantos en la Plaza y, sobre todo, los que le dieron rotundamente la espalda a Juntos por el Cambio en las elecciones. Delatando su edad, la muchedumbre le respondió ¡Juventud!, ¡Juventud!, ¡Juventud!, sin intentar rima ni sentido.

“Gracias, hasta pronto, porque esto recién empieza”, fue el verdadero final. Después lo pasearon en andas cerca del escenario ante la mira un poco preocupada de las señoras cercanas. Quedaba poco. El abrazo cinematográfico con Juliana Awada y otro más desprolijo con un reaparecido Lombardi que completó así su último día de gloria.

FUENTE Y FOTOS: Página/12 - La Nación

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