Irán anunció la puesta en libertad temporal de 85.000 presos para evitar el contagio del coronavirus en las cárceles del país y no especificó el tiempo que permanecerán en la calle. «La mitad de los liberados son personas que estaban en prisión por delitos de seguridad», apuntó el portavoz de Justicia, Gholamhossein Esmaili, quien aseguró que todos tenían penas inferiores a los cinco años.
Pese a las peticiones efectuadas desde las organizaciones de derechos humanos, Esmaili aclaró que los presos políticos y aquellos condenados por delitos vinculados con la participación en protestas contra el gobierno permanecerán entre rejas. En principio iban a ser 54.000 los prisioneros que se iban a poder beneficiar de esta medida, pero la cifra final creció hasta los 85.000. Irán es el tercer foco más grave del mundo por detrás de China e Italia.
Hace un mes que se produjo el primer muerto por coronavirus en la ciudad santa de Qom, al sur de Teherán, e Irán se ha convertido en el foco desde el que el virus se ha extendido a Oriente Medio. Las autoridades recomiendan a los ciudadanos salir lo menos posible de casa, pero no hay orden de confinamiento y hasta hace dos días no se ordenó la clausura de lugares como el santuario del Imán Reza, en Mashad, centro de peregrinación de miles de fieles cada día, y otros lugares santos en Qom. Estos cierres han provocado protestas de los sectores más ultraconservadores.
Los responsables políticos del país no se han librado del virus y hay una larga lista de altos cargos infectados, el último de ellos el asesor de Política Exterior del Líder Supremo, Ali Akbar Velayati. Ocurre lo mismo entre la cúpula religiosa y el último en fallecer fue el ayatolá Hashem Bathayi Golpayegani, de 78 años, miembro de la Asamblea de Expertos. El Parlamento decidió cerrar sus puertas de forma temporal y se reabrirá en breve con sesiones online.
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